2016-08-08 and trip note #5

CAD

Cuarto día de asueto. Salida. La magia del camino. Molinos de viento. Ruinas de tiendas de cerámica. Bares abandonados. Lugares de carretera que no se visitan a menudo. Como mucho, se pasa cerca a gran velocidad y se fantasea con historias de amor, lujo, ruina o decepción que allí ocurrieron. Auge, caída. Y, tal vez, nuevo auge y nueva caída al ritmo de las obras públicas que favorecían o perjudicaban al lugar en cuestión.

Dejamos cosas atrás. Muchas. Lo hacemos sin mirar, porque «a lo malo, puerta» y «a lo bueno, volveremos». Esta especie de catarsis acontece en cada cruce de la línea imaginaria que separa el norte del sur. Durante un tiempo no supe muy bien si iba o venía, si mi hogar estaba allí o aquí. Escuchaba las voces de mis antepasados lejanos invitándome a volver. Ahora creo que la vida no tiene que ver con lugares sino con compañías.

Es un error común. Pensar que los territorios tienen vida, y por tanto derechos adquiridos, y por tanto flujos de caja que hay que nivelar. Importamos las personas, nuestras necesidades y nuestros anhelos. Lo demás son malditas excusas de político en busca de una vida cómoda sin tener que trabajar.

Vamos al sur, con la gente que nos quiere por lo que somos y no por lo que tenemos. Y, mucho ojo, que de este tipo hay también en el norte, y más al norte todavía. Ya digo, los lugares son lugares, las personas son personas. De todo ello hay malo, pero también de calidad suprema.

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