Dolor [in]evitable

Es la recomendación de uno que está sufriendo y que ha visto sufrir. Malo es lo uno, peor ha sido lo otro. Lo malo de la empatía es que, en carne ajena, duele igual de duro. Sigo pasándolo mal porque sé que te duele, aunque estés lejos y ya no seas nada mío. No aceptes porque sí cualquier dolor. La vida no es una carrera de males, no es un concurso de sufrimientos. Si le gusta porque te duele, ahí no es. Otra cosa es que te guste a ti. En eso no entro. Tú sabrás cómo y por dónde.

Puedes tener claro que, si de mí depende, no faltará lo necesario para hacer más leve tu dolor. Puedo decir en mi descargo que jamás negué un euro -o cien, o mil- para una crema lubricante o para un ungüento calmante. No soy un rata, y mucho menos en una situación como esa. No disfruto con el mal, ni propio ni ajeno. He conocido gente que disfrutaba sufriéndolo. Allá cada cual. Ninguna persona así está hoy cerca de mi. Son meras sombras del pasado, que sería muy raro que volvieran a mi vida.

Sin embargo, cosas más raras he visto. Nunca diré «de este agua no beberé» o «este cura no es mi padre». Él, que me enseñó estas frases, era mi padre de verdad. No es porque él lo dijera. Lo decía mi madre, que ya se sabe que no hay más que una. Ahora viene cuando él decía, con cierto retintín, «y a ti te encontré en la calle».

Hay quien cita al sabueso rintintín en estos casos. Me hace gracia, pero el académico de la lengua que vive en mi interior se retuerce de vergüenza ajena. Me dejé aquel motor a ralentí y se apaga debido al relentín. Quedó fría la noche. Váyase usted a casa relento y muy pausado, que es tarde. No sé qué hace usted aquí, mi buen señor, siendo yo tan de ciencias como soy.

Hoy, que me atraviesa el dolor sin poderlo evitar, no queda más remedio que recordar discretamente a quien lo confundía con placer. Venía ya desnuda de cintura para abajo, se situaba en las inmediaciones, postura decúbito prono, ponía voz de golosona y susurraba «anda, ven, hazme otra enculaíta, que me aburro». No está la vida para hacer ascos a nadie, pero un buen libro y una copa de balón no se los salta un gitano.

La edad madura es lo que tiene.

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