Triatleta

Ignoro si ese apodo tenía fundamento o era, por el contrario, obra de algún maledicente. El caso es que así llamaban a la novia de uno, que fue colocada en un puesto creado al efecto. Esta Empresa vendía su servicio a la gran banca, los brokers y los millonarios. No necesitaba una directora de marketing porque, sencillamente, no había mercado que manipular. Ella pretendía hacer lo que se enseñaba en las escuelas de negocios: gastar mucho, volar en primera, hoteles de lujo, limusinas con chófer, ostentación a cascoporro y eventos carísimos. Un cuerno. Dijo el jefe jefazo que ni de broma. Aquí viajan los que tienen que viajar, van en turista y se hospedan en un hotel medio que quede cerca de lo que hay que visitar. No hay nada que hacer en una feria porque no se atiende a paseantes casuales. El buen paño en el arca se vende. El contrato tipo empieza en 300k euros al año, y si no quieres o puedes es porque no tiene sentido que seamos tu proveedor. Se había colado, a la sazón, en la silla de confidente del despacho minúsculo del que fue director financiero y después se inventó lo de director de estrategia para no seguir con las cuentas, que le aburrían. Al ser alemán, podía batirse el cobre en su país y en Suiza, caladero natural de nuestros servicios. Pescó un par de veces muy sonadas. El caso es que la triatleta y su propio dejaron de ser pareja, y con la misma fue invitada a recoger sus cosas. Entonces supimos que de plantilla, nada. Su relación con la Empresa era la de una freelance, así que ni la caja de cartón se llevó. Nunca más se supo de sus andanzas. Se fue protestando porque no le pagaban las dietas astronómicas a las que decía tener derecho. No culpable, todos los de la mercadotecnia van por la vida con esos humos. Supongo que en el retail o en otros sectores serán los marketinianos unas máquinas de ganar dinero, pero aquí no se daba ese fenómeno. Todo el pescado estaba vendido y todos los pescaderos se conocían entre sí.