Velocidad

Erase una vez la velocidad, la prisa, el máximo performance, el todo para ya, el tener todo listo aunque no duermas. Cuando estaba preparado y se suponía que podía descansar un momento, venía otro proyecto, otro cliente, otra exigencia, otra prisa, otra necesidad de correr. Ya pararás cuando hayas muerto.

Tristemente, su corazón petó. Fuimos al entierro y poco después al funeral. Escarmenté en cabeza ajena. Decidí que no valía la pena seguir matándome, por mucho que me tentasen con más dinero, más gloria, más categoría.

El ego no tiene uso después del infarto. Te olvidarán rápidamente. Buscarán a otro tonto, más joven e igualmente dispuesto a pegarse una paliza tras otra hasta el éxito o la muerte. Más bien lo segundo, no nos engañemos. Viva la Empresa que te descartará cuando ya no seas útil.

No sabes lo que te ha afectado hasta que pasan unos meses y notas los efectos de la calma. Durante aquel tiempo todo parecía normal. Ahora respiro aliviado. Puede que me haya bajado justo a tiempo. Me queda una enseñanza fundamental. Tengo que disfrutar del tiempo que me quede entre los vivos.

No se sabe lo que hay más allá. Se intuye que nada de lo que hagas aquí se irá contigo. Tal vez reencarnación, otra vida, otro lugar o tal vez la nada. Pero eso tampoco es ley. Pido solamente una cosa, a ver si hay suerte y me la conceden: que me dejen llevar al perro conmigo.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.