Incoherencias

De vez en cuando, la vida me obsequia con una bonita noche de insomnio. Intento aprovechar un poco el rato, y entre cabezada y cabezada escribo tonterías al azar. Tienen el mismo valor que las obras completas del mono de la metralleta. O sea, cero.

Un amiguete me recuerda mis propias palabras, acerca de mi necesidad de paz y de recuperarme del trance de tener en casa a unos cuantos profesionales del sector de las reformas. Siendo ciertas, se hacen incoherentes porque no voy a negarme a recibir la visita de personas muy queridas.

He evolucionado del «vengo aquí a trabajar, no a hacer amigos» de hace unos años, a la situación contraria porque así han venido dadas. Ahora me importa más lo personal y menos lo profesional. Rápidamente voy traspasando conocimientos a personas de mi equipo, como si alguien me urgiera a quitarme de la circulación. Nadie presiona, pero yo quiero ir cerrando asuntos.

Metiéndome prisa para compensar la excesiva actividad profesional del pasado con algo de actividad lúdico disfrutona, antes de que el cuerpo deje de responder. El corrector se obstina, y cambia «lúdico» por «lúcido» aprovechando cinco minutos en los que duermo casi de pie.

[En este punto -5:30 a.m. aprox- sucumbo a la tentación, me tomo el pastillaco y agradezco a la industria farmacéutica sus atenciones. Hora y media durmiendo equivale a mil vueltas en la cama. Lo noto entre sueños…]

Amanece. Empieza el bullicio de los que viajan a sus trabajos. En un rato cesará. Es el único momento de ruido de automóviles. Esta parte del mundo se quedará en silencio. Es lunes, y el príncipe de la radial estará en otra parte.

Yo me preguntaré cómo he llegado a este punto, por qué estoy aquí y cuál es la razón por la que he tardado tanto en decidirme. Qué poderosa es la inercia. Cuánto cuesta quitársela de encima. Un corte por lo sano al pasado, unas cuantas quejas de gente que estaba cómoda con el estado de cosas anterior. Un futuro que no acaba de arrancar, ni prisa que tengo.

Tengo la sensación de que vivo en una etapa de transición. No se sabe cuánto va a durar, cuán intensa en dolores será, ni si viene detrás algo mejor. Pero, si lo piensas despacio, esto pasa a toda la gente, de un modo u otro, con una intensidad u otra. Aprovecha lo bueno, ya que estás aquí. Ojalá que las cosas malas pasen lejos, incluyendo los asteroides del tamaño de un autobús amarillo.

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