Haters

Hay demasiados odiadores profesionales. Uno ya es demasiado.

Obtener notoriedad -e ingresos por número de visitas- no es nada del otro jueves. Un negocio, como el de los curas o el de los imanes o el de los banqueros. Tú sabrás lo que sacas en claro. No voy a entrar en cuestiones de conciencia, creencias u otras taras de cualquier tipo. Pertenecerían a la esfera de lo íntimo si no fuera porque se pagan con mis impuestos.

Lo que siento es que envenenan la convivencia y hacen la atmósfera un poquito menos respirable. Además se creen con derecho a ello. Te cortan el tráfico en Sevilla y te tienes que aguantar. Ojalá que la secta Pastafari haga lo mismo un día en la puerta de la casa de los meapilas. Solo por ver su reacción y reirme un poco. Que tampoco es que yo tenga un problemón con esto.

Me doy la vuelta y voy por otra calle. O me cambio de ciudad que, al final, es lo que hice. Les guste o no, tengo otras opciones. Con menos enajenados por metro cuadrado, y menos militantes de historias con muñecos de madera centenarios. No sé si es buena idea sacarlos a paseo el día que llueve seguro. Pero cada fanático con su cuento oriental. Allá cada cual con sus cadacualadas.

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