Rosas

Me pregunto qué hacías con aquellas flores que te enviaba de vez en cuando, de cuando en vez, cuando la ocasión lo merecía o sin venir a cuento. Nunca hubo que leer entre líneas porque nada estaba escrito entre ellas. Te quería y así lo demostraba. Reconozco que era un amor muy de aquí y ahora. Sabía que era un pez fuera de aquel agua y mi bola de cristal mostraba imágenes que no tenían mucho que ver con las circunstancias del momento.

Reconozco que no fui capaz de sobreponerme a todo ese ruido. Paseando en bicicleta por la cartuja decidí cambiar de aires. Pudiste, perfectamente, seguir mis pasos. Yo te consideraba mi compañera y contaba contigo si tu decisión era venir conmigo. En ese momento descubriste tus cartas.

Al poco de tomar mi decisión, tú ya tenías un nuevo pretendiente dispuesto a pasar por la casa del cura sin las inconveniencias del cambio de ciudad. Solamente vi una foto sin mucho detalle. De tus palabras se deducía que era más rico y estaba más comprometido. Supuse que hablabas de compromiso financiero, pero eso quedó en el plano de la suposición. Allá cada cuál. En la foto se observaba que estaba como una bola de billar. Este es un dato al margen, se puede estar calvo y ser una excelente persona. Look at me now. Por lo de poco pelo. No me atrevo a afirmar lo otro.

Ante ese panorama yo me olvidé de ti. Seguí con mi vida. Nuevos lugares, compañeros de circunstancias y actividades diversas. Un mes después, ya entrado el invierno, en un Ave bloqueado en medio de la mancha manchega por una avería, saltó el recordatorio: «Enviar rosas». Sin dar más importancia, borré el evento y creé otro nuevo: «Lo que les tira Sevilla a las sevillanas». Edité los detalles para relaciones futuras: «Preguntar qué lugar ocupo en su lista de prioridades».

Guardé el teléfono y no le di más importancia. Al fin y al cabo, así se demostró que aquello no era para tanto. Varias veces visité Sevilla por razones de trabajo, pero me guardé muy mucho de pisar Triana. No me apetecía que un encuentro casual me arruinase el día. Tampoco me constaba que siguiera viviendo allí, pero por si las moscas. Puede que haga unos quince años de esto, no lo recuerdo con exactitud, y hasta hace bien poco he tenido cierto yuyu a la hora de contarlo.

Este articulito es la prueba de que aquello ha sanado. Ya no causa emoción.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.